martes, 27 de enero de 2009

A vueltas con la flecha del tiempo. Paradojas del viaje al pasado. (1)(F.C.F.)

Tenía pensado realizar una entrada sobre el concepto de "tiempo", y es posible que todavía lo haga. [Téngase en cuenta, no obstante, que el parcial de física cuántica empieza a vislumbrarse amenazador en el horizonte].

He preferido, sin embargo, inclinarme por un asunto más divertido y menos complicado conceptualmente (¡y un rábano!), el de las posibles paradojas de los viajes al pasado.

Quiero dejar claro que para ello trataré al tiempo con bastante descortesía, suponiendo la existencia de un pasado, un presente y un futuro (el concepto de simultaneidad carece, "en realidad", de sentido estricto). [La no existencia de pasado, presente y futuro como tales no implica la inexistencia de una flecha del tiempo, sino que más bien sería esta una asimetría entre lo que conocemos como pasado y lo que tratamos como futuro en virtud de ciertas características físicas como el aumento de entropía (argumento por otra parte inconsistente por sí mismo debido a su propia simetría temporal (es tan probable que haya más entropía en el futuro, como que la haya habido en el pasado)), o la irreversibilidad de los colapsos de las funciones de onda de las partículas según la interpretación de Copenhague].

Como bien dijo Albert Einstein:
"Pasado, presente y futuro son sólo ilusiones, aunque sean ilusiones pertinaces"

Vamos, en esta entrada, a suavizar la rigurosidad con la que trataremos un concepto de tal complejidad y abstracción.

Metámonos, pues en la cuestión que nos ocupa en esta ocasión, la de los viajes al pasado, y sus paradojas.

Si bien fue H.G. Wells quién pareció inaugurar el asunto de los viajes en el tiempo con su célebre La máquina del tiempo (1895), no fue hasta 1943 cuando fue formulada por primera vez las más famosa paradoja temporal. Hablamos de la paradoja del abuelo, que aparece descrita en la obra del escritor francés René Barjavel: Le voyageur imprudent (El viajero imprudente).

Existen, no obstante, otras paradojas, a cada cual más ocurrente, y otras tantas posibles explicaciones de las mismas a través de argumentos más o menos rebuscados. Trataremos aquí de hacer un pequeño resumen de algunas de ellas.

Empecemos, por supuesto, por la anteriormente mencionada y archiconocida Paradoja del abuelo.
La idea es bien sencilla. Supongamos que un sujeto logra viajar al pasado y se le ocurre la estúpida idea de matar a su abuelo (mira que hay que ser burro) antes de que este haya conocido a su abuela. Pues bien, si esto se produjese, el viajero nunca habría nacido, por lo que no habría podido viajar al pasado para matar a su abuelo, con lo que este sí habría podido conocer a su abuela y él podría haber nacido, con lo que sí podría haber viajado al pasado matando a su abuelo provocando así la imposibilidad de su nacimiento, permitiendo de este modo que su abuelo conociese a su abuela y posibilitando que el futuro abuelicida viajase al pasado para matarlo antes de que sedujese a su abuela y bla bla bla...

Como vemos, el bucle es infinito.

Existe otra paradoja, conocida como la Paradoja de las bolas de billar, que utiliza la presunta capacidad de los agujeros de gusano para servir como máquinas del tiempo (y acepta su también presunta existencia).

La idea es muy simple. Supongamos una bola de billar que entra por la boca de un agujero de gusano de suerte tal que sale por la otra en un instante de tiempo anterior al de entrada, colisionando con su yo que se dirige hacia la boca de entrada, e impidiendo que este entre. Pero si no entra, ¿cómo pudo haber salido?, y si no sale ¿cómo pudo haber desviado a su yo que entraba?...

Posteriormente trataremos algunas soluciones para la paradoja del abuelo. No obstante, diremos que la solución más común para esta, es la de suponer que la bola de billar no puede hacer nada que contradiga la lógica, es decir, que no será posible ningún choque cuyo resultado sea algo diferente a la entrada de la bola en el agujero.

Voy a comentar, antes de pasar a las posibles soluciones, aquella que es mi paradoja favorita: La Paradoja del pintor, (también conocida en otras versiones análogas como la Paradoja del libro nunca escrito).

Supongamos a un turista temporal que viaja al pasado provisto de un libro de arte en el que se muestran algunas de las obras cumbre de la pintura del futuro. Supongamos que tal individuo conoce a otro durante ese viaje, y le deja como recuerdo el libro, regresando al futuro sin él. Supongamos ahora que al segundo individuo se le ocurre la idea de copiar las obras del libro, poniéndolas sobre lienzo y convirtiéndose en un pintor famoso cuyas obras acaban siendo dignas de aparecer en un catálogo de arte que acaba en manos del turista temporal que viaja al pasado con las fotos de las obras del individuo del pasado, al que se le ocurre la idea de plagiar tales obras haciéndose famoso, etc...

Es decir, el pintor se plagia a sí mismo una y otra vez en un bucle infinito. Sin embargo, surge una pregunta evidente, ¿de quién fue originalmente la idea de los cuadros?. Es como si la información hubiese llegado desde algún lugar externo, o como si hubiese estado ahí siempre, ya que la creatividad del pintor es nula, siendo su única virtud la de copiar los cuadros del libro. Libro basado en los cuadros que él mismo ha pintado copiándose a sí mismo y bla bla bla...

[En época de exámenes, entradas breves pero concisas. Pronto volveré con la segunda parte, en la que trataré las posibles soluciones a estas y tal vez otras paradojas...]


1 comentario:

Anónimo dijo...

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